Por Gloria González Fernández
Baja California tuvo la suerte de tener valles bañados por el sol y la brisa marina, aderezados por un viento cálido que les da condiciones para cultivar su pequeño tesoro: una colección de las mejores variedades de uva en el mundo. El vino, que empezó a producirse en el estado desde la época misional, ha sido –desde entonces- notable y generoso.
Ensenada, la casa de los valles de Guadalupe, San Vicente, Santo Tomás, Calafia y San Antonio de las Minas, se viste de fiesta cada año durante la época de la vendimia para compartir su gozo por la cosecha con propios y extraños. La Ruta del Vino, como se le conoce actualmente, ha ido aumentando su notoriedad y es ahora recorrido obligado para quien nos visita.
Hoy, además de la nutrida actividad veraniega por los eventos de la vendimia, la oferta de la zona suma hoteles, restaurantes, catas, actividades por la vid en flor, cursos de enología, museos comunitarios, en fin, una viveza que es mérito de los productores de vino.
El valle también tiene ahora una vocación artística al presentar espectáculos musicales de todos los géneros y ser escenario para exhibiciones de artes plásticas y literatura. Por su parte, las casas de vino artesanal se han multiplicado, tal como lo han hecho también los premios por la calidad de sus productos.
El vino, relacionado en muchas culturas con lo sagrado, representa esa Baja California que nos gusta presumir: la de los hermosos paisajes, la de las familias trabajadoras, la hospitalaria, la gozadora, la creativa, la histórica, la magnánima.
Sin embargo, no todas son buenas noticias. Como industria, nuestro vino tiene aún muchos retos para sostenerse. Los vinos bajacalifornianos son caros debido a factores como los altos impuestos que les impone el gobierno, la falta de aprovechamiento de economías de escala para su distribución, los altos costos de producción debidos a cosechas relativamente pequeñas y una de las amenazas más importantes: la falta de agua y la sobreexplotación de los pozos.
El glamuroso vino bajacaliforniano requiere escenarios para adaptarse con éxito a las condiciones del mercado global. La ubicación de los valles en la franja mundial del vino, el clima mediterráneo y el carácter de la zona, son circunstancias favorables para su desarrollo y una oportunidad latente. Ojalá que nuestras autoridades vean con claridad la importancia de apoyar a los productores y le den a la industria vitivinícola del estado un destino mejor.
El vino bajacaliforniano es como de alguna manera somos los hijos de esta tierra: nacido de la variedad, con cepas que llegaron de fuera pero encontraron aquí el mejor lugar para crecer, firme ante la adversidad que impone la escasez de agua, el calor y el frío; libre para reinventarse constantemente y listo siempre para el gozo. Ojalá que la cosecha 2009 nos traiga un vino memorable. Salud.
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