
Por Gloria González Fernández
De Tecate me gustan muchas cosas. Su paisaje colmado de grandes rocas, su clima fresco, su cerveza, su pan y sus burritos de carne asada. ¿Y qué les podría decir de sus ranchos y los recuerdos de las excursiones escolares de la infancia, de los olivares que había en la carretera, las leyendas de sus aparecidos y el encanto provinciano de su plaza central?
Tecate cumplió este mes 117 años de fundada, pero no sé por qué razón parecería que tiene más. ¿Será tal vez, como cuenta el mito, que la abraza la energía milenaria del Cuchumá, esa montaña enorme que como decía la actriz rusa y famosa maestra de yoga que vivió en Tecate , Indra Devi: el Cuchumá es una de las 7 montañas sagradas del mundo y su energía colma de buena vibra a los tecatenses?
¿Será su carácter, reconocido en su momento por la Doña, María Félix que visitaba Tecate con regularidad, que venía a tertulias y reuniones y expresaba su cariño por la ciudad? ¿Será su tradición? ¿Sus familias?
No lo sé. Pero reconozco que Tecate y su gente tienen algo especial. Y ahora, a propósito de este aniversario, quise comentar con ustedes sobre la gran aportación que ha dado esta pequeña ciudad a la cultura bajacaliforniana a través de varios y muy destacados tecatenses, por nacimiento o por adopción.
Si nos referimos a la literatura, hablemos de José Javier Villarreal, uno de los más importantes poetas mexicanos que no evita en su obra referirse a las imágenes de su niñez en el entorno árido y misterioso de la ciudad de Tecate. Y qué decir de Francisco Morales, poeta extraordinario y fecundo del que destaca “La ciudad que recorro”, un texto imprescindible, sórdido y amargo sobre las ciudades, pero más que eso, sobre las personas.
Y ahí está también Roberto Castillo Udiarte, portentoso escritor, que con sus lagartos, bestiarios y cartografías, con su Johnny Tecate y sus mujeres, nos regala una poesía que no podría ser más nuestra y al mismo tiempo más tecatense.
Tecate ha visto nacer también buenos narradores. Ahí está el caso de José Manuel Valenzuela Arce, uno de los investigadores de movimientos juveniles y culturas populares más importantes del país, prolífico escritor, observador incansable, erudito con acento norteño. Y luego también Víctor Alejandro Espinoza Valle, otro tecatense, investigador, Premio Nacional de Administración Pública y contador de historias familiares para hablarnos a través de ellas, de la nuestra.
Algo tiene Tecate, no hay duda. Porque también es cuna o casa de artistas plásticos destacados como Alvaro Blancarte, Gabriel Adame y Laura Castanedo, entre otros.
¿Qué vieron, qué comieron, qué oyeron estos tecatenses fuera de serie? Sería bueno saber cuál es su receta. Sería bueno reconocer qué le ha dado Tecate a los suyos para generar arraigo, afecto idílico y ganas de compartir su sensibilidad. Felicidades Tecate.
De Tecate me gustan muchas cosas. Su paisaje colmado de grandes rocas, su clima fresco, su cerveza, su pan y sus burritos de carne asada. ¿Y qué les podría decir de sus ranchos y los recuerdos de las excursiones escolares de la infancia, de los olivares que había en la carretera, las leyendas de sus aparecidos y el encanto provinciano de su plaza central?
Tecate cumplió este mes 117 años de fundada, pero no sé por qué razón parecería que tiene más. ¿Será tal vez, como cuenta el mito, que la abraza la energía milenaria del Cuchumá, esa montaña enorme que como decía la actriz rusa y famosa maestra de yoga que vivió en Tecate , Indra Devi: el Cuchumá es una de las 7 montañas sagradas del mundo y su energía colma de buena vibra a los tecatenses?
¿Será su carácter, reconocido en su momento por la Doña, María Félix que visitaba Tecate con regularidad, que venía a tertulias y reuniones y expresaba su cariño por la ciudad? ¿Será su tradición? ¿Sus familias?
No lo sé. Pero reconozco que Tecate y su gente tienen algo especial. Y ahora, a propósito de este aniversario, quise comentar con ustedes sobre la gran aportación que ha dado esta pequeña ciudad a la cultura bajacaliforniana a través de varios y muy destacados tecatenses, por nacimiento o por adopción.
Si nos referimos a la literatura, hablemos de José Javier Villarreal, uno de los más importantes poetas mexicanos que no evita en su obra referirse a las imágenes de su niñez en el entorno árido y misterioso de la ciudad de Tecate. Y qué decir de Francisco Morales, poeta extraordinario y fecundo del que destaca “La ciudad que recorro”, un texto imprescindible, sórdido y amargo sobre las ciudades, pero más que eso, sobre las personas.
Y ahí está también Roberto Castillo Udiarte, portentoso escritor, que con sus lagartos, bestiarios y cartografías, con su Johnny Tecate y sus mujeres, nos regala una poesía que no podría ser más nuestra y al mismo tiempo más tecatense.
Tecate ha visto nacer también buenos narradores. Ahí está el caso de José Manuel Valenzuela Arce, uno de los investigadores de movimientos juveniles y culturas populares más importantes del país, prolífico escritor, observador incansable, erudito con acento norteño. Y luego también Víctor Alejandro Espinoza Valle, otro tecatense, investigador, Premio Nacional de Administración Pública y contador de historias familiares para hablarnos a través de ellas, de la nuestra.
Algo tiene Tecate, no hay duda. Porque también es cuna o casa de artistas plásticos destacados como Alvaro Blancarte, Gabriel Adame y Laura Castanedo, entre otros.
¿Qué vieron, qué comieron, qué oyeron estos tecatenses fuera de serie? Sería bueno saber cuál es su receta. Sería bueno reconocer qué le ha dado Tecate a los suyos para generar arraigo, afecto idílico y ganas de compartir su sensibilidad. Felicidades Tecate.
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