Monday, May 24, 2010

GUADALUPE


Por Gloria González Fernández
Mi abuela Guadalupe tenía 35 años la primera vez que las mujeres pudieron ejercer su voto en México, 36 la primera vez que una mujer fue diputada federal en nuestro país y 63 la primera vez que alguien de sexo femenino fue Secretaria de Estado. Después de vivir una guerra, dos depresiones económicas mundiales, varias pandemias, la reorganización política del mundo y la revolución digital de los últimos 20 años, su historia es un catálogo de las grandes transformaciones que ha tenido la vida de las mujeres los últimos cien años.
Las mujeres mexicanas gozamos hoy de una libertad de participación social inusitada durante la juventud de nuestras abuelas, incluso de nuestras madres. Su legado debe ser reconocido por quienes hoy votamos, dirigimos empresas, participamos en los medios, escribimos, encabezamos familias, construimos edificios, somos policías, soldados, científicas, obreras.
Me parece importante estar consciente de cuánto hemos cambiado en un siglo y de los retos a los que estos cambios nos empujan, entre ellos, tal vez uno de los más importantes socialmente: nuestro nuevo rol en la familia, o tal vez sea mejor decir: el nuevo rol de los hombres en la familia, porque al cambiar las mujeres, también ellos han tenido que cambiar.
Esta semana se cumplieron 50 años de la aprobación de la píldora del control natal en Estados Unidos, inventada por cierto, unos años antes, por el químico mexicano Luis Ernesto Miramontes. Este método anticonceptivo cambiaría la historia de las mujeres y revolucionaría su integración al trabajo y a la educación y modificaría con ello sustancialmente el modelo familiar. Se estima que actualmente 100 millones de mujeres en el mundo usan la píldora como método de planificación familiar. Imagine los alcances de este avance médico y sus consecuencias en las relaciones humanas.
Decidir cuándo tener hijos y cuántos ha representado un cambio extraordinario para las mujeres, junto con el gran invento de los pañales desechables, diría mi otra abuela. Sin embargo, la píldora ha tenido también muchos detractores, entre ellos la iglesia católica que no la autoriza, así como algunos grupos conservadores que la han considerado fuente de promiscuidad, adulterio y crisis en la familia.
Lo cierto es que más allá del conflicto moral o religioso que pueda representar su uso o de los efectos secundarios que se argumenta puede tener en la salud de la mujer, lo cierto es que su influencia social no puede soslayarse. No ha sido por supuesto, la única variable en la transformación del rol social, económico y político de las mujeres, pero sí, un factor de cambio en su sexualidad, las relaciones de pareja y su integración laboral.
Con sus 92 años mi abuela tal vez piensa que ha visto todo y mucho. Pero estoy segura que ningún día deja de sorprenderse de cómo y cuánto seguimos cambiando sus nietas y bisnietas y con ello su ciudad, su país, el mundo.

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