Hace unos meses, visité una comunidad en el sur del país, en la que el río que atravesaba el poblado parecía ser el centro de la vida cotidiana de sus habitantes. El río es ahí el espacio que da y quita al antojo. Cada crecida, por el río se van los recuerdos, las fotos, las cartas… El río es el espacio ideal para despojarse de lo indeseable. Tirar cosas ahí es olvidarlas para siempre.
Por otro lado, el agua que corre es vida para todos. Alimenta a los hambrientos a través de su variedad de peces de todos tamaños, provee agua para los sembradíos y hasta atrae al turismo que ve con buenos ojos el increíble paisaje. También por supuesto, esta fuerza puede volverse terrorífica cuando sale de control y arrasa casas, patrimonios, personas.
De hecho, esto es así para muchas poblaciones ribereñas. Incluso para muchísimas ciudades importantes. ¿Cómo pensar en París sin el Sena, en Roma sin el Tiber, en Londres sin el Tamesis o en Estambul si no tuviera el Bósforo? ¿Cómo serían nuestras ciudades sin el Lerma, el Grijalva, el Papaloapan, o el Bravo? Y más cerca de nosotros, ¿cómo entender Mexicali sin el río Colorado?
Las lluvias que llegaron esta semana a nuestra ciudad me han hecho reflexionar sobre lo que el Río Tijuana representa para nosotros. El canal anegado como pocas veces ocurre, es un recordatorio de un área que alguna vez estuvo inundada, donde la ribera concentraba casas de cartón y madera y los vecinos tenían muchas veces que trasladarse en lanchones improvisados, durante las crecidas.
En los años 70’s con el proyecto de canalización y urbanización, esto cambió.
Nuestro río, tímido, apenas visible algunos días, durante las lluvias busca regresar a nuestra memoria ampliando su cauce. Así, la zona que algún día fue propiedad del rio se convierte en grandes charcos y fuertes corrientes que arrastran lo que encuentran a su paso.
Efectivamente Tijuana tiene una cuenca importantísima para el medio ambiente local. Su desembocadura en el estuario de San Diego es de una enorme riqueza natural y casa de una gran variedad de especies de flora y fauna, únicas en el mundo, que contribuyen a generar un importante ecosistema.
El río Tijuana está ahí aunque no lo veamos todo el tiempo. Y la lluvia que en un día como hoy, nos parece amenazante, es de gran importancia para alimentar mantos acuíferos y dar humedad a la aridez de nuestra tierra.
Por desgracia, esta fuerza de la naturaleza tiene siempre el peor efecto en los que menos tienen, en los que se han asentado en terrenos irregulares, en los que no tienen acceso al transporte, en los que no pueden mantenerse al margen de inundaciones y fríos extremos. El río, con su poderoso caudal, se vuelve entonces atemorizante. Recuerdo en mi niñez el miedo ante la inminencia de un desbordamiento, que nos dio material para las pesadillas a muchísimos niños de mi generación. El Rio Tijuana, el veleidoso, en estos días de lluvia, viene y se presenta una vez más para recordarnos nuestra vulnerabilidad.
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