
Por Gloria González Fernández
Dice el poeta Jaime Sabines que la luna es el mejor estimulante para los condenados a muerte y para los condenados a vida. Dice Benedetti que cuando los amantes ricos la miraban satelizaba de lo lindo y se oía que la luna era un fenómeno cultural. Agustín Lara, por su parte, afirma orgulloso haber nacido con luna de plata y alma de pirata y le canta llamándola esfera de papel y pidiéndole comprensión cuando le canta: Piensa que tú en el olvido también has sufrido desdenes del sol.
Cuántos autores han dedicado versos, canciones, cuentos y novelas a la enigmática luna, esa que controla las mareas y los estados de ánimo de las mujeres; la luna, que como diría el escritor tijuanense Luis Humberto Crosthwaite, siempre será un amor difícil.
Esta semana se cumplieron 40 años del espectáculo mundial que representó el alunizaje del Apolo 11 en la superficie lunar. Millones de personas en todo el mundo fueron testigos desde su televisión en blanco y negro, en la sala de su casa, junto a hamburguesas y refrescos, pozole y agua de horchata, sushi y té verde, del momento en el que Armstrong pisó por primera vez la luna y acuñó la frase inmortal que seguramente planeó durante todo el trayecto espacial: un pequeño paso para el hombre, un gran paso para la humanidad.
Y desde luego que lo fue.
Y aunque los escépticos siguen insistiendo en que el alunizaje fue un truco de cine filmado en Arizona, en el desierto sonorense de altar o incluso en el Pinacate aquí cerca de Puerto Peñasco, lo cierto es que esa imagen de la conquista de la luna nos ha acompañado los últimos 40 años y no le ha restado nada de su carácter poético a la rueda de queso. Los norteamericanos pudieron haber tenido razones políticas para arrebatarles a los rusos la primicia de la conquista lunar, pero ese hecho sigue conmoviendo a toda una generación para la que el alunizaje fue un hito desencadenador del posterior alarde del cambio tecnológico.
Estas 4 décadas han vivido una revolución inusitada en nuestros estilos de vida. Habiendo conquistado el espacio, pisado la luna, los terrestres nos sentimos capaces de nuevas conquistas. En estos años la computadora invadió los hogares, tal como lo predijo Bill Gates al referirse a los alcances de la era digital. Con ello, se modifican paulatinamente nuestros hábitos de consumo, nuestras formas de relacionarnos, de trabajar, de buscar información, de comunicarnos.
También en esos años, la biotecnología nos ha cambiado. Hoy es posible clonar, fertilizar in vitro, conocer el genoma humano. Por su parte las familias tienen hoy los más altos índices de divorcios, los menores índices de hijos por familia y la más alta participación de la mujer en la vida económica de los países.
Y qué me dicen de la política: en México la alternancia partidista llegó para quedarse, en Estados Unidos, después de años de discriminación un presidente negro gobierna con índices de popularidad insólitos, ahora ya, sin sus históricos enemigos rusos a quienes ha cambiado por extremistas musulmanes.
La luna, esa a la que José Alfredo Jimenez le pedía que saliera “pa que empiece nuestro amor”. La luna, la de las serenatas, la de los mitos, la diosa, cumple apenas 40 años de sentir nuestras huellas y hacerse cómplice de la vanidad humana que insiste en nuevas conquistas. Ya veremos.
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