
Por Gloria González Fernández.
Marta Palau, una de las artistas plásticas tijuanenses más importantes en el país y su hermana la escritora Teresa Palau son hijas de Antonia Bosch y del Dr. Francisco Palau, prócer de la medicina en España y luego en México, quienes llegaron a Tijuana en los 50’s.
Años después Marta Palau se casaría con el hijo de otro refugiado catalán, el poeta Ventura Gassol, quien desde el exilio en Francia fuera reconocido como uno de los primeros ministros de cultura en el mundo, y cuyo hijo el Dr. Alberto Gassol Galofré fue cobijado también por el calor del sol bajacaliforniano.
El Dr. Palau llegó a Tijuana por la curiosidad que despertó en él otro refugiado oriundo de Madrid, Don Angel Tejera, cuando le dijo que el mar de Tijuana era lo más parecido que había visto a la Costa Brava española. Este mar azul tijuanense lo acompañó durante los próximos cincuenta años.
Hace unos días se conmemoró el 70 aniversario de la llegada del buque Sinaia a México con el que arribaron las primeras oleadas de refugiados españoles a nuestro país. Se calcula que entre 1939 y 1942 llegaron unos 25 mil españoles que huían del terror del régimen franquista y encontraron una vida nueva en la calidez de su nueva patria mexicana. Las estimaciones que hizo después la historia consideran que aproximadamente una cuarta parte de estos conformaron una inmigración intelectual que incluía científicos, maestros, médicos, etcétera y que años después hicieron una enorme aportación a la ciencia y la cultura mexicana.
En México esta élite ayudó a crear El Colegio de México y el Fondo de Cultura Económica, y reforzó el cuerpo de profesores de la UNAM y del Instituto Politécnico Nacional, entre otras instituciones.
Sobre este tema se ha escrito mucho y son miles los testimonios recogidos en libros y documentales. Recientemente y a propósito de estos 70 años, ha sido amplio también el reconocimiento que se ha hecho al legado de estos hombres y mujeres que ahora son padres y abuelos de una nueva generación de mexicanos.
Tijuana, con su vocación ya conocida de madre adoptiva, acogió a un nutrido grupo de exiliados que fueron llegando poco a poco a instalarse en nuestra ciudad y en los que ahora podemos reconocer una contribución a la educación, la cultura, la ciencia y la economía.
Tal vez a usted le suenen conocidos los apellidos Tejera, Bargalló, Romigosa, Casaboch y Alberich. Posiblemente recuerde también a los empresarios y comerciantes de apellidos Asin, Celorio, Rosquillas, Sulaica, Zavala, Garduño, García, Fernández, Lopez Camacho, Clavel, o Yuliá, quienes han dejado un legado en sus hijos y nietos, hoy médicos, escritores, abogados, artistas, comerciantes.
El azul del mar, la vegetación y el clima mediterráneo fueron propicios a la añoranza por su tierra de los exiliados españoles que llegaron para alejarse de la guerra y sus horrores. Ellos escogieron Tijuana para hacer una patria nueva, refundar sus familias, hacer fortuna y aprovechar la nobleza de esta ciudad, que como entonces, sigue abrazando a los que llegan para reinventarse.
Olvidste o dejaste de dar su lugar a Laureano Sanchez Galleg.
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