
Por Gloria G.
Me acuerdo que todo me asombraba.
Que le robaron la bolsa a Chuchita (¿pero cómo, ¡qué terrible! ¡ya no hay decencia!) Que a Sansón lo agarraron a patadas (¡Es indignante! ¡Pobrecillo! ¡Hay que tener más cuidado en la calle!) Que Pepe el Toro es inocente (¡Les dije que hay mucha corrupción!).
El asunto está en que hoy prácticamente nada me sorprende. Y me molesta muchísimo haber dejado de sentir vuelcos en el corazón cuando me entero de que a fulano lo asaltaron, lo golpearon, lo secuestraron, lo mataron.
¿En qué momento perdí esa desventurada sensibilidad? Tengo la impresión de que Tijuana me la robó. Y eso me indigna.
La vilipendiada Tijuana es hoy lo que parecía que era. Una ciudad peligrosa, sufrida, emputecida. Aunque los que se empeñan en cuidar su imagen insistan en que no, los que la hemos amado siempre sabemos que sí. Algo ha cambiado. Mucho.
Por favor, no me pidan que hable de lo bueno. Ya sé que hay, pero me irrita la cursilería y no es eso lo que me robó el candor.
Hoy atraparon a 11 secuestradores, ayer arraigaron a 23 narcopolicías y 8 siguen prófugos, antier unos malandrines secuestraron un taxista, lo echaron a la cajuela de su carro y en él, asaltaron el negocio de mi tío; hace tres días unos vecinos encontraron a uno de sus clientes en un charco de sangre, golpeado durante un asalto; hace cuatro días, mi papá sufrió los abusivos golpes de unos malnacidos asaltantes que interceptaron su carro y le robaron todo lo que traía. (Eso tampoco me sorprendió, pero me dolió más que todas las anteriores). ¿Le sigo?
Por favor, alguien ayúdeme a desacostumbrarme a estas historias. Quiero volver a horrorizarme, tener pesadillas y requerir tranquilizantes.
hola esta
ReplyDeletemuy entretenido tu blog
pasa por el mio
adios